¿Cuántas veces escuchamos acerca de la Inteligencia Emocional? Sin temor a equivocarnos, creeríamos que un montón de veces. Sin embargo, poco se conoce sobre lo que realmente abarca y de qué manera impacta en nuestro día a día. Una gran parte de la inteligencia intelectual depende de la inteligencia emocional.
De acuerdo con investigaciones recientes, la Inteligencia Emocional es considerada en un 80% como factor de éxito en la vida personal y profesional. Una persona con alta inteligencia emocional es la que tendrá más recursos a la hora de afrontar situaciones adversas o inesperadas.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de Inteligencia Emocional? Específicamente a un conjunto de habilidades que una persona adquiere desde el nacimiento o aprende durante toda su vida, donde prevalece la empatía, la motivación, el autocontrol, el entusiasmo y el manejo de emociones. Si bien el concepto fue utilizado inicialmente por los psicólogos Peter Salovey y John Mayer, actualmente el mismo es acuñado a Daniel Goleman quien tiene un interesante libro donde se explaya en detalle al respecto: Inteligencia Emocional.
¿Es posible que una persona sumamente preparada académicamente tenga una paupérrima inteligencia emocional? Es posible, y es muy común que esto ocurra. ¿Por qué? Porque la inteligencia emocional tiene poco que ver con un conocimiento técnico específico o habilidad intelectual. Está más ligado a lo intuitivo, a la capacidad de saber reconocer las emociones y de esa manera poder administrarlas de forma adecuada. Ej. María puede ser una profesional muy preparada técnicamente, estar actualizada con las tendencias que hacen al rubro donde se desempeña profesionalmente, en cambio, ante una situación que sobrepasa su control o expectativas se deja llevar por la ira, el enojo o desagrado profiriendo palabras duras a otras personas bajo el lema de ser “directa y franca” causando malos momentos o experiencias.
Tanto en el ámbito profesional como personal es importante tener una idea de cómo gestionar asertivamente las emociones, porque todo se reduce a cómo nos relacionamos con los demás y la calidad de resultados que obtenemos.
¿Cómo podemos elaborar un mapa o seguir el GPS idóneo para ir recorriendo correctamente nuestra inteligencia emocional?
Coordenada 1: Autoconocimiento…
Es primordial conocer nuestras luces y sombras para desarrollar y fortalecer nuestra inteligencia emocional.
Descubrir nuestros miedos, debilidades, fortalezas, sentimientos y motivaciones es un paso seguro hacia nuestro autodescubrimiento.
Coordenada 2: Autocontrol…
Llegar a este estadio es todo un desafío por conquistar. Implica reaccionar de manera positiva a situaciones malhadadas, enfrentar conflictos, ser flexibles y adaptables a cambios sin soportar o sufrir en el proceso.
Coordenada 3: Motivación…
Animarnos a cumplir objetivos, metas y retos sin excusas y autosabotajes.
Coordenada 4: Empatía…
Ponernos en el lugar de los demás. Ser conscientes de cómo afectan nuestras acciones o comportamientos a los demás.
Coordenada 5: Relación interpersonal…
Fomentar los espacios y brindar tiempo de calidad para conocer a la otra persona, interesarnos y ver más allá de nuestras necesidades, carencias o afecciones. Esta coordenada es en realidad un combo de 2x1, al hacer esto no solo estaremos ganando un aliado o amigo, sino que también ampliaremos nuestra visión y aprendizaje desarrollando una mirada mucho más integral de una realidad que tal vez “nos sonaba conocida” pero resulta ser mucho más compleja de lo que aparentaba.
La inteligencia emocional se trata de leer las señales… de interpretar una mirada para comprender una larga explicación a través de la conexión, el interés y la empatía hacia uno mismo y hacia los demás.
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