En un mundo globalizado donde la premisa principal es ser flexible y adaptarse de manera constante, las organizaciones se ven en la necesidad de cambiar… sin embargo, no lo pueden hacer por sí solas… necesitan de personas que lideren y tomen el rol protagónico en el proceso de manera que el mismo sea encauzado de manera adecuada a todos los demás miembros de la organización.
Uno de los principales desafíos que deben asumir las organizaciones es la de potenciar a líderes en sus distintas áreas, para que estos a su vez puedan anticiparse a los cambios, actuar con decisión y de forma colaborativa, por ende, reafirmar el verdadero valor del cambio positivo.
Wilfried Krüger en su momento propuso una teoría de gestión del cambio que graficaba el proceso con un icerberg, colocando la atención principalmente en: coste, calidad y tiempo.
Krüger aseguraba que la esencia de la gestión del cambio consiste en ocuparse de las barreras, de todo aquello que no se ve. En el icerberg que él propuso, ubicó bajo la superficie de la parte visible dos dimensiones fundamentales del cambio: la interpersonal y del comportamiento, la dimensión normativa y cultural. Mencionó que la clave está en “atacar” la gestión del cambio en ambas dimensiones para de esa forma lograr resultados constantes en “la superficie” del iceberg.
En este Pulso Clave compartimos contigo algunos tips de mejores prácticas que podrían ayudar a abordar el proceso de cambio de una forma más eficiente según la necesidad de tu organización:
Deberíamos ser protagonistas, no quedarnos en el rol de simples espectadores. Es la única manera de influir en las distintas aristas que forman parte de la ecuación del cambio organizacional.
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