¿Por qué el segundo lugar suele ser el menos deseado en competencias y de qué manera esto se refleja en nuestro lenguaje organizacional?
Las competiciones olímpicas y mundiales han sido siempre el escenario donde los mejores de cada disciplina aspiran a alcanzar la gloria y el reconocimiento en el podio. Sin embargo, un fenómeno curioso es que el segundo lugar, a pesar de ser una posición de gran mérito, muchas veces resulta menos gratificante en comparación con el primero o incluso el tercero. Este fenómeno no solo plantea interrogantes sobre la naturaleza de la satisfacción humana ante la competencia, sino que también tiene resonancias en nuestro lenguaje cotidiano, particularmente en las palabras que usamos en el entorno profesional.
Durante una reunión con clientes, surgió la reflexión acerca de: ¿Por qué nadie quiere el segundo lugar?
Diversos estudios psicológicos han explorado el efecto de la “paradoja del podio”, donde el segundo lugar suele experimentarse con menos satisfacción en comparación al primero y al tercero. Este fenómeno está relacionado con un principio psicológico conocido como "contrafactualidad" o “lo que pudo ser”. En otras palabras, la mente humana tiende a comparar la situación real con alternativas posibles. En el caso del segundo lugar, esta alternativa suele ser el primer puesto, lo que genera un pensamiento constante de “casi lo logro”. Este efecto es menos fuerte en el tercer puesto, que suele experimentarse con mayor satisfacción debido a que el atleta o competidor se percibe como afortunado de haber alcanzado el podio, evitando caer en la cuarta posición y estar fuera del mismo.
Un estudio de la Universidad de Cornell, publicado en Journal of Personality and Social Psychology, evaluó las expresiones faciales y los testimonios de satisfacción de los ganadores de medallas de oro, plata y bronce en eventos olímpicos, y concluyó que los ganadores de medalla de bronce (tercer lugar) tienden a mostrarse más felices que los de plata (segundo lugar). La razón es que el tercer puesto es más propenso a evaluar su desempeño en comparación con los atletas que no llegaron al podio, mientras que el segundo lugar se compara directamente con el primero y se centra en la oportunidad perdida.
Si bien los resultados de competencias deportivas y el mundo corporativo parecen mundos alejados, en realidad comparten una similitud clave: ambos se basan en una constante comparación. En los espacios profesionales, el miedo al “casi” o a no ser lo suficientemente buenos puede tener su equivalente en palabras o expresiones que actúan como “autosabotaje”, creando un estado mental de “segundo lugar” en el que nuestras palabras nos encadenan al “casi” en vez de hacernos sentir completos o reconocidos.
Y es precisamente en ese tipo de contextos cuando surgen las llamadas: “palabras asesinas”. ¿Qué son las palabras asesinas? Son aquellas expresiones o frases que suelen utilizarse en la comunicación y que, en lugar de aportar algo positivo, tienden a desmotivar, crear tensión o cortar el flujo de la conversación. Son palabras que pueden tener un impacto negativo en las relaciones interpersonales. A continuación, compartimos algunas de estas “palabras asesinas” que son comunes en el mundo profesional y que es mejor desterrar para fomentar un ambiente de crecimiento y bienestar.
1. "Debería"
El “debería” genera un tipo de juicio autocrítico en el que nos sentimos en deuda con nuestras propias expectativas o con la de los demás. Este tipo de expresión refuerza la insatisfacción, y puede ser especialmente paralizante cuando se utiliza en contextos de evaluación. En lugar de “debería haber hecho esto”, cambiar a un “la próxima vez lo haré de esta forma” puede facilitar una mentalidad de aprendizaje.
2. "Solo"
Este es un término que tiende a minimizar las acciones o logros. Poner “solo” antes de describir un trabajo realizado (“solo hice lo que me pidieron” o “solo soy asistente”) disminuye la percepción de valor personal y profesional. Así como el segundo lugar se percibe a menudo como “casi” primero, el “solo” nos deja en la sombra de un “podría haber sido más” sin reconocer lo que ya se ha logrado.
3. "Pero"
La palabra “pero” es una verdadera trampa, pues introduce una negación que disminuye el valor de lo que se dijo previamente. Por ejemplo, en frases como “hiciste un buen trabajo, pero…”, las personas suelen quedarse con la parte negativa. Reemplazar esta palabra por “y” ayuda a comunicar un mensaje de mejora continua sin desmerecer los esfuerzos previos.
4. "Intentaré"
Esta palabra suele transmitir falta de certeza y, en consecuencia, de compromiso. Expresiones como “intentaré hacer mi mejor esfuerzo” pueden sonar poco convincentes y percibirse como inseguras. Usar “haré” en lugar de “intentaré” cambia la intención hacia una acción concreta y positiva.
5. "Si hubiera"
Este tipo de lenguaje de contrafactualidad es el equivalente verbal al “casi” del segundo lugar. Pensar en lo que “hubiéramos hecho” genera una carga emocional que se asocia con remordimientos y frustración. En su lugar, cambiar por “para la próxima lo haré” nos permite retomar el control y aprender del pasado sin estancarnos en él.
La satisfacción en un ambiente laboral, como en la vida, depende en gran medida de la percepción y de la valoración de los logros propios y del equipo. Así como el tercer lugar celebra su posición en el podio al enfocarse en el esfuerzo y el logro, una organización que aprende a celebrar cada paso en su propio “podio” de desarrollo profesional construye una cultura más positiva y resiliente.
La ciencia detrás de la satisfacción en las competencias nos enseña que, a menudo, el bienestar depende menos del lugar que ocupamos y más de la manera en que nos contamos nuestra historia. Así como el tercer lugar celebra estar en el podio, el lenguaje positivo en el ámbito laboral nos ayuda a enfocarnos en lo que hemos logrado y en cómo podemos mejorar, en lugar de lamentarnos por no haber llegado al “primero”.
Transformar la forma en que nos hablamos y hablamos a los demás puede convertir la experiencia profesional en una cultura de celebración y logro continuo, evitando caer en la mentalidad del “casi” o “segundo lugar” que tanto peso tiene en el contexto competitivo. Cambiar “debería” por “voy a”, “intentaré” por “haré”, y “solo” por “yo soy”, no es solo una cuestión de semántica; es la oportunidad de transformar la experiencia de cada colaborador, permitiendo que cada uno suba al podio con una mentalidad de campeón.
Elaborado por: daianacaceres@mentu.com.py
Unidad: Personas y Desarrollo
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