Las organizaciones no son solo estructuras funcionales o jerárquicas; son también un tejido humano que se entrelaza con comportamientos, creencias, y valores individuales. Estos elementos, cuando están alineados, potencian la eficiencia, la colaboración y, en última instancia, el éxito de cualquier proyecto. Sin embargo, para llegar a esa alineación, es necesario adoptar hábitos y acuerdos que fortalezcan el desempeño tanto a nivel individual como grupal. Aquí es donde entran en juego los principios que abordan el comportamiento humano, como los planteados en Los 5 acuerdos de Miguel Ruiz y Hábitos atómicos de James Clear.
En este Pulso Clave, exploraremos cómo las enseñanzas de estas dos corrientes se entrelazan para impulsar cambios significativos en las organizaciones. Y lo haremos a través de un ejemplo simple pero poderoso: el orden y la limpieza en el lugar de trabajo. Esos pequeños detalles que muchos pueden subestimar, pero que marcan la diferencia entre una organización eficiente y una que está llena de fricciones innecesarias.
Los 5 acuerdos de Miguel Ruiz son principios de sabiduría tolteca que nos invitan a transformar nuestra vida a través de compromisos personales. Estos acuerdos son:
1. Sé impecable con tus palabras
2. No te tomes nada personal
3. No hagas suposiciones
4. Haz siempre lo máximo que puedas
5. Sé escéptico, pero aprende a escuchar
Mientras tanto, James Clear, en Hábitos atómicos, nos plantea la idea de que los pequeños cambios, esos que parecen insignificantes al principio, se acumulan con el tiempo y generan grandes transformaciones. Según Clear, el poder está en los hábitos que adoptamos diariamente, y no en grandes esfuerzos esporádicos. Estos hábitos se construyen sobre la repetición, la identidad que desarrollamos y la capacidad de hacer que nuestras acciones sean fáciles y satisfactorias.
La interrogante que surge es la siguiente: ¿De qué manera ambos enfoques pueden converger en un entorno organizacional?
Primer acuerdo: Sé impecable con tus palabras y el poder de las afirmaciones en los hábitos.
Cuando Ruiz habla de ser impecable con tus palabras, se refiere a usar el lenguaje de forma responsable. Esto no solo implica evitar el chisme o la negatividad, sino también ser claro y directo. Este principio puede ser traducido fácilmente al ámbito organizacional. En una oficina, ser impecable con tus palabras no significa únicamente mantener una comunicación transparente con tus colegas, sino también respetar los acuerdos verbales sobre pequeñas tareas diarias, como el orden y la limpieza del espacio de trabajo.
Por otro lado, James Clear nos recuerda que las afirmaciones y los hábitos están profundamente conectados. Si te defines como una persona organizada, cada vez que dejes tu escritorio limpio, estarás reforzando esa identidad. Así, las palabras que usamos, tanto internamente como hacia los demás, influyen en nuestra capacidad para mantener y reforzar hábitos. Si todos en la organización adoptan el hábito de "soy una persona que cuida el espacio de trabajo", el simple acto de limpiar el escritorio al final del día será mucho más fácil y natural. Aquí, vemos cómo el primer acuerdo y la construcción de hábitos se conectan: el lenguaje y la forma en que nos definimos impactan directamente en nuestras acciones.
Segundo acuerdo: No te tomes nada personal y la resistencia al cambio de hábitos.
"No te tomes nada personal" es un acuerdo que nos invita a entender que las acciones de los demás no son un reflejo directo de nuestro valor. En el contexto organizacional, esto es vital. A veces, una crítica o un comentario sobre nuestra falta de orden puede sentirse como un ataque personal. Sin embargo, si somos capaces de separar el hecho de la emoción, es más fácil adoptar una mentalidad abierta y proactiva.
Por otro lado, cuando se trata de cambiar hábitos en el lugar de trabajo, es común que las personas sientan resistencia. Si tu líder o referente de área te pide que mantengas el espacio limpio, en lugar de tomártelo como una crítica personal, puedes verlo como una oportunidad para mejorar y reforzar el hábito de mantener el orden. Aquí es donde el segundo acuerdo se alinea con la construcción de hábitos: en lugar de sentirnos atacados, aprendemos a ver el feedback como una herramienta de crecimiento.
Tercer acuerdo: No hagas suposiciones y la claridad en la creación de hábitos.
En muchas organizaciones, el caos y la falta de orden pueden surgir por suposiciones incorrectas. "Supuse que alguien más iba a limpiar", "Pensé que no era mi responsabilidad". Miguel Ruiz nos recuerda que no debemos hacer suposiciones, ya que estas generan malentendidos y conflictos.
Clear aborda algo similar cuando habla de la claridad en la formación de hábitos. Para que un hábito se mantenga, tiene que ser claro y específico. "Limpia tu escritorio al final del día" es mucho más efectivo que un vago "mantén el espacio ordenado". En una organización, la falta de especificidad puede llevar a suposiciones y, por ende, a la inacción. Por lo tanto, tanto Ruiz como Clear nos invitan a la claridad en las expectativas y responsabilidades.
Cuarto acuerdo: Haz siempre lo máximo que puedas y el poder de los pequeños hábitos.
“Hacer siempre lo máximo que puedas” no significa desgastarte, sino dar lo mejor de ti en cada situación, considerando tus limitaciones. En el contexto organizacional, este acuerdo es fundamental. Tomemos el caso del orden en la oficina. ¿Ya hiciste tu parte hoy o estás esperando que tu jefe venga a decirte que limpies?
James Clear argumenta que no son los grandes esfuerzos los que traen éxito, sino los pequeños hábitos que mantenemos de manera constante. Tal vez hoy solo tengas tiempo para organizar un rincón de tu escritorio, pero si lo haces todos los días, en poco tiempo tendrás un espacio impecable. El cuarto acuerdo y los hábitos atómicos coinciden en este punto: haz lo mejor que puedas hoy, y esas pequeñas acciones te llevarán lejos.
Quinto acuerdo: Sé escéptico, pero aprende a escuchar y la revisión constante de hábitos.
El último acuerdo de Miguel Ruiz nos anima a cuestionar, pero también a estar abiertos a nuevas ideas. En un entorno organizacional, esto significa estar dispuesto a revisar y mejorar constantemente. No se trata de adoptar un hábito solo porque está de moda, sino de evaluar si realmente es útil y aplicable a tu contexto.
James Clear también nos invita a revisar y ajustar nuestros hábitos. Si algo no está funcionando, en lugar de seguir insistiendo, debemos estar dispuestos a cambiar. Este paralelismo entre Ruiz y Clear refuerza la importancia de la flexibilidad en las organizaciones. Si el sistema de orden actual en la oficina no está funcionando, tal vez sea hora de ajustarlo o probar algo nuevo.
El orden y la limpieza dentro de una oficina son más que una cuestión de estética; tienen un impacto directo en la productividad y el bienestar. Un espacio limpio y ordenado reduce el estrés, facilita la concentración y promueve una cultura de respeto y responsabilidad compartida. Pero ¿cómo podemos asegurarnos de que este hábito se mantenga en el tiempo?
Aquí es donde entra en juego la filosofía japonesa conocida como Kaizen y el concepto de 5S, que promueve la mejora continua y la creación de entornos de trabajo ordenados. Además, en Japón existe una ley cultural no escrita: “Si yo puedo hacerlo, lo hago; no espero que alguien más lo haga”. Este principio es clave para cualquier organización que quiera fomentar un ambiente de responsabilidad compartida. Si cada persona toma la iniciativa de mantener su espacio limpio, sin esperar que su jefe o un compañero le diga que lo haga, se crea un entorno en el que todos contribuyen activamente al bienestar común.
En muchas organizaciones, la limpieza y el orden se ven como tareas delegadas, o peor aún, se espera que alguien más las haga. Pero este enfoque es incompatible con una cultura organizacional efectiva. Siguiendo los principios de Miguel Ruiz y James Clear, es importante que cada miembro del equipo se haga responsable de su entorno.
Si todos asumen la mentalidad de "no hago suposiciones" y "hago siempre lo mejor que puedo", el simple acto de limpiar tu escritorio deja de ser una carga y se convierte en una contribución al bienestar colectivo. Y si además aplicamos el enfoque de Hábitos atómicos, donde cada pequeña acción cuenta, mantener el orden no solo será una tarea diaria, sino un hábito natural.
Las enseñanzas de Miguel Ruiz y James Clear ofrecen una guía valiosa para las organizaciones que buscan mejorar su cultura y eficiencia. Los principios de no hacer suposiciones, ser impecables con las palabras y hacer siempre lo máximo que podamos, junto con la construcción de hábitos pequeños pero consistentes, son claves para transformar cualquier entorno.
La próxima vez que veas tu escritorio desordenado, pregúntate: ¿estás esperando que tu jefe te lo diga o ya hiciste tu parte? Y en lugar de suponer que alguien más lo hará, toma la iniciativa. Porque en una organización exitosa, todos son responsables, y cada pequeña acción cuenta. Como en Japón, si tú puedes hacerlo, hazlo.
Elaborado por: daianacaceres@mentu.com.py
Unidad Personas y Desarrollo.
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