Con demasiada frecuencia se tiene la creencia colectiva de que la Resiliencia es el resultado de tener una naturaleza optimista. Aunque tiene cierto grado de verdad es importante no dejarse llevar por un optimismo mágico que distorsione el sentido de la realidad. En el Pulso Clave de hoy nos gustaría mencionar esta cualidad tan necesaria pero poco desarrollada por las personas.
El escritor e investigador en temas de gestión, Jim Collins, mientras trabajaba en su libro Empresas que sobresalen, hizo a un lado el preconcepto de que las organizaciones que lograban distinguirse y destacarse es porque contaban con un equipo humano optimista. Pudo contrastar su descubrimiento con el almirante Jim Stockdale, quien había sido tomado como prisionero y torturado durante 8 largos años por el ejército de Vietcong. Le preguntó: ¿quién no logró salir de los campos? Y respondió: “Los optimistas. Fueron aquellos que dijeron que estaríamos libres en Navidad. Y luego dijeron que lo estaríamos en Pascua y luego el día de la Independencia de EEUU, y más tarde por Acción de Gracias, y luego por Navidad de nuevo. Creo que todos murieron porque se les rompió el corazón”. Y es así como en el mundo de los negocios también se encuentran este tipo de actitudes, en cambio el sector que tiene una visión muy serena y realista de todo lo que hace a una situación o momento, tiene mayor probabilidad de superar una situación compleja.
La capacidad de ver la realidad está vinculada al hecho de aprender de las situaciones difíciles. Es normal encontrar a personas que, bajo presión levantan la mirada al cielo y preguntan: ¿cómo me puede estar pasando esto? Asumir el rol de víctimas ante un contexto como ese no aporta ningún tipo de aprendizaje. Los resilientes tienen el hábito de encontrar un sentido al sufrimiento, ya sea para sí mismos o para los demás. Ahí radica la gran diferencia. La mirada, el enfoque que le damos al contexto general.
No es una tarea fácil buscar construir con lo que tenemos al alcance, improvisar soluciones en situaciones confusas. Recuperarse de un tropiezo serio (sea un desastre natural, una enfermedad, una mala decisión, etc.), debería impulsarnos a no desmoronarnos, luchar con mayor fuerza y determinación. A pesar del dolor y del sentimiento de humillación que podamos sentir, es una gran conquista no abandonarse en la autocompasión.
¿Cómo nos encaminamos hacia la recuperación?
Ser personas resilientes consiste en recuperarnos, no en aguantar. Es un mito creer que entre más aguantamos más fuertes nos hacemos.
Un boxeador que aguante varios asaltos en el ring no es precisamente quien logra la victoria. Si deseamos aumentar nuestra resiliencia a nivel general en todos los ámbitos de nuestra vida, necesitamos periodos de recuperación internos y externos. Parar estratégicamente. Los investigadores Fred R. H. Zijlstra, Mark Cropley y Leif W. Rydstedt descubrieron que la recuperación interna consiste en periodos cortos de relajación dentro del marco diario o rutinario al que nos enfrentamos 24/7, mientras que la recuperación externa se refiere a lo que hacemos para distraernos, despejarnos y disfrutar, por ejemplo: escuchar música mientras hacemos senderismo.
Con todo esto que hemos compartido contigo en el Pulso Clave de hoy, ¿ya identificaste si estás alimentando a tu lado resiliente o simplemente estás aguantando?
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